martes, 23 de julio de 2013

El Juego en la Historia...

El juego, que es antes que nada una actividad libre que conlleva un orden propio y absoluto, es una de las manifestaciones humanas más antiguas, por no decir la primera y, más aún, anterior a la propia cultura como afirman algunos autores. Si nos remontamos a las formas de vida de la antigüedad clásica, principalmente de los griegos, encontramos una serie de relaciones entre la vida social y religiosa y las actividades que en sentido amplio llamaremos juegos, cuyas características fundamentales serían la tensión y la incertidumbre ante un resultado. La visión del mundo clásico, no se puede concebir sin la presencia del elemento lúdico en la vida ordinaria. Por ello, no es extraña la interacción entre las formas rituales y las propiamente competitivas.

EL JUEGO EN LAS EDADES MEDIA Y MODERNA 
La Edad Media supuso para el niño un retroceso en el campo del juego y el juguete. Las niñas, tanto en las aldeas como en los castillos eran preparadas para la realización de las tareas domésticas, sin apenas tiempo para jugar; mientras que los niños hacían otro tanto pero referido a la vida militar o al cuidado de los animales.

Sería en el Renacimiento cuando el juego infantil volviese a recobrar la importancia que tuvo en la antigüedad clásica. Pensadores humanistas como Tomás Moro, Luis Vives y Erasmo consideraban el juego como una actividad importante para el aprendizaje y el desarrollo intelectual del niño: pues jugando, incluso el niño puede aprender (Antonio de Lebrija).
No obstante, no en todos los lugares, en la Edad Moderna, el juego infantil era considerado como algo positivo para el desarrollo del niño. En la Europa calvinista, el juego infantil era puesto como ejemplo de vagancia, de lo que no debían hacer los adultos.
En los siglos XVI y XVII, las calles y plazas de los pueblos y aldeas eran los lugares preferidos para jugar. Existe un cuadro famoso titulado “Juegos de niños”, en el que el pintor holandés Pieter Brueghel “el Viejo” representa a un conjunto de niños en una plaza de una ciudad flamenca realizando ochenta y seis juegos distintos: saltando a la piola, jugando a la pelota, jugando al escondite, jugando con el aro, contando adivinanzas… Juegos, en definitiva, como los que practicaban los niños españoles hasta los años sesenta del siglo XX en nuestro país, antes de que desapareciesen las calles y las plazas como lugares de encuentro y esparcimiento y de que la televisión y las videoconsolas suplantasen al aro y a las muñecas.

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